Unos años ha desde que el premio de novela "Jesús Lara" circula de boca en boca entre la movida literaria boliviana, la versión 2025 fue entregada al escritor Rodrigo Villegas, ya conocido por sus obras publicadas por la editorial 3600 y por otros premios que lo han honrado y encaminado por la senda de la joven promesa. Como Cosa Rara, nos llama la atención temas periféricos o intimidades que puedan surgir a partir de elementos que distorsionan la realidad y cotidianidad, como un escritor siendo reconocido por la sociedad, en este caso por la Gobernación de Cochabamba -en algún momento hablaremos con la mano que mueve esos hilos, seguramente-, por esa carretera y por otras más es que transita esta entreverada interacción que tuvimos con Rodrigo, mediados por la tecnología y salvando las distancias espacio temporales con animosidad positiva.
CR. Hola Rodri, cómo va amigo, de tanto tiempo podemos interactuar (quería poner “hablar”, pero esto debería ser un poco más profundo), esta es una excusa para ponernos al día, tal vez en un plano más literario y personal.
CR:. He visto con mucha alegría que tu participación en concursos ha estado rindiendo frutos, ¡felicidades! Antes de entrar al contenido en sí, que es una tarea tediosa la aplicación, el formateo y la gestión específica para cada concurso trae diferentes peripecias, más aún si uno no vive en la ciudad dónde se hace el concurso. Creo que existen ahí pormenores que muchas veces pasan de largo, me gustaría saber en tu caso cómo las has salvado. ¿Dónde comienza tu interés por participar en el Concurso de novela Jesús Lara? ¿A qué periplos odiseícos te ha sometido la burocracia? ¿Tuviste que viajar? ¿Gestionar con un conocido? O, ¿es on line la cosa?
R. Hola, hermano. Muchas gracias por esta entrevista/conversación. Me gusta el formato. Y claro, comencemos: Recuerdo que ya había participado en la primera versión de este concurso, el Premio de Novela Jesús Lara, en su primera edición, hace unos años, donde salí finalista con otra novela. Fue triste estar tan cerca y no obtener el logro, pero no me desanimé del todo, respiré y seguí, consciente de que mi trabajo, tal vez, podría conseguir algo mejor después. Dos años más tarde conseguí el objetivo. Ahora, respecto a la burocracia, creo que es casi lo de siempre en este tipo de concursos, diversos documentos y fotocopias que debes entregar, pero no fueron muchos como en otros certámenes, por suerte. Algunos los envié directo por WhatsApp y otros los entregué en el acto de premiación, al finalizar. Los organizadores se portaron muy bien, el trato fue siempre cordial y atento. Eso siempre ayuda a que cualquier proceso burocrático sea más llevadero.
CR. Por otra parte, ¿qué opinas del formato? ¿Tuviste que arreglar tu obra? ¿Adecuarla? ¿Cómo elegiste tu seudónimo y qué significa para ti? Puedes explayarte cuanto gustes.
R. La novela, a lo largo de los años, fue mutando, cambiando de nombre, incrementando sus páginas y reduciéndose a veces, dependiendo. El formato exigido en el concurso no modificó nada importante, por suerte, así que de ese lado no hubo problemas. Del seudónimo: elegí la palabra Conejo porque significa mucho para mí. El año pasado adopté eso, un conejo, en un departamento en el que vivía con algunas personas más en El Alto (me mudé hace poco a Miraflores, esta vez totalmente solo). Fue una experiencia más que interesante darle un nombre, intentar comprenderlo. Conocer qué come, qué no debe comer, cómo intentar educarlo. Así que, ya con la novela a punto de mandarla a imprimir, elegí Conejo como seudónimo al verlo ahí, comiendo sus ramas de alfalfa en un acto de concentración total.
CR. Solo por un gusto adquirido, que se parece mucho a algún familiar del chisme, estos triunfos son anunciados por un heraldo, un mensajero y que a su vez están rodeados de cierta magia, ¿me podrías contar en qué circunstancias te enteraste de la victoria? ¿quién te dio la noticia? ¿A quién se lo contaste primero? ¿Tuviste algún tipo de celebración previa?
R. Me enteré por Facebook, por la página oficial del Departamento de Culturas de Cochabamba o algo así, que era la entidad que había convocado al concurso. Al principio no me llamaron ni nada, solo, aquella mañana del anuncio, un amigo me etiquetó en la publicación, la verifiqué y me percaté de que lo había logrado. Luego salieron un par de notas en medios de comunicación de Cochabamba, que ratificaban esa información. Luego, unos días más tarde, los de la Gobernación se comunicaron conmigo para felicitarme y contarme que había ganado el Jesús Lara. Ahora, respecto a la primera persona a quien se lo conté, fue a mi padre a quien escribí antes que a nadie. Porque gran parte del premio conseguido se lo debo a él, que siempre me ha apoyado e incentivado a leer, y por lo tanto a escribir. Pensaba en organizar una celebración relativamente grande, con amigos de por medio y una fiesta, pero por cuestiones de logística no se pudo dar (todavía). Mi celebración fue más “tranquila”, en casa, con los abrazos de la familia.
CR. Entendiendo que vives en La Paz, ¿es verdad? ¿Cómo organizaste tu viaje a Cochabamba para asistir a la ceremonia? ¿Cómo fue tu estadía, antes, durante y después de tu premiación? Esta curiosidad viene, porque detrás de estas noticias conllevan responsabilidades, tanto para asumir, buscar dónde dormir, como para eludir, pedir permiso en el trabajo, por ahí me gustaría saber si te gustaría contar tu experiencia personal.
R. Sí, actualmente vivo en La Paz, así que el viaje lo hice en flota, un sábado en la mañana. Llegué en la noche, casi, a Cochabamba. Viajé con mi papá, que estaba muy animado de cumplir con unas mini vacaciones, ya que el viaje sería solo por dos días. La pasamos muy bien, ya que pudimos salir a comer juntos (lo llevé a los famosos Chicharrones Originales del camino a Sacaba, por ejemplo), pero a la vez nos organizamos para que ambos pudiéramos compartir unas horas con nuestros amigos. Fue un lindo viaje exprés (porque debía estar el lunes sí o sí en casa para trabajar). Espero regresar pronto a Cochabamba, que para mí es lo más parecido al paraíso que hay.
CR. Ahora entrando en materia cualitativa, ¿cuál es título de tu obra y de qué trata? ¿qué es lo que intentas decir o expresar? ¿Cómo nació y cómo se concibió?
R. La novela titula Carretera, que es una especie de aventura de venganza, pero a la vez de “reflexión” acerca de los límites del odio, del amor y de las decisiones que uno toma y que determinan tu porvenir. Va más o menos de un hombre que busca a un tal Maestro, conocido así por sus capacidades sobrenaturales y religiosas de devoción por parte de mucha gente, para cobrar una venganza que nace de un evento de hace algunos años: el asesinato de su familia, más que todo de su hermano menor. Todo aquello sucede en una Bolivia postapocalíptica, que ha sufrido un caos social y medioambiental, que está inmerso en sus personajes, los que van apareciendo conforme este hombre conduce una vagoneta en una carretera relativamente despoblada. Lo acompaña una mujer, que podrá ser su aliento, así como su caída. Y nació del intento de escribir algo nuevo, algo diferente a lo que había hecho antes. Algo que salía de nuevas lecturas, de nuevas aproximaciones a otro tipo de registros.
CR. En este mundo tan ingrato que nos ha tocado habitar, con un registro inmenso de contenidos legados por nuestros ancestros, ¿por dónde crees que se ubica tu novela? ¿Tienes algunos epígrafes o crees que deberían llevar alguno? ¿qué autores u obras la han inspirado? No puedo evitar pensar en McCarty, que tiene justamente una novela con el mismo nombre, ¿te suena?
R. Sí, Cormac McCarty es seguramente la mayor influencia de la novela, soy muy fan de sus obras, más que todo de Todos los hermosos caballos y Meridiano de sangre. Además de La carretera, obvio. Pienso también en Ricardo Piglia, en Juan Rulfo y en La telaraña, de Hugo Boero Rojo, como catalizadores de esta novela, autores y obras de quienes he intentado impregnarme a la hora de concebir la novela. Respecto a dónde podría ubicarse la novela, la verdad es que no lo sé, no la escribí con una intención de que ingrese a cierto espacio de la literatura nacional, a una moda o, al contrario, como algo en que me estuviera afincando. Solo escribí una historia que se fue armando en mi cabeza y que fue tomando forma con el tiempo, a la espera de que saliera de la mejor forma posible.
CR. Para un escritor esta puede ser la pregunta más cliché que le pueden hacer, pero dándole un giro específico, ya no es el ¿cómo es tu proceso creativo?, sino el ¿cómo fue tu proceso creativo para esta novela en específico? O, ¿qué diferencias encuentras con el resto de tus libros?
R. En la temática pienso que es una obra muy diferente a lo que venía trabajando en estos años. En mis libros pasados me interesaba mucho más el paso del hombre por la tierra que la tocado pisar y en el tiempo que le ha tocado vivir, centrándose más que todo en sus relaciones afectivas para explicarse así (o para generarse más preguntas) de cómo se rige su sociedad, cómo se percibe en los años posteriores. Son, creo, ficciones que se centran más en rituales del desamor y de ciertas reconciliaciones familiares. Ahora, Carretera va por otro lado, es una novela que va más en la acción, por así decirlo, con violencia y con un intento de reflexión acerca de qué será de este país, del mundo entero, si seguimos como estamos. Si no nos detenemos un momento a pensar en qué y cómo cuidar lo que más queremos, comenzando de nuestros hogares hasta el territorio en el que habitamos. Y de las consecuencias del amor y del odio. Siento que escribirla fue un reto, porque no era un registro al que estaba muy acostumbrado, pero que lo disfruté mucho.
CR. Bueno, y para terminar, porque siento que estamos en un punto bastante extenso, debo retrotraerme al momento cénit, que es la premiación, ¿cómo la viviste? ¿quiénes hablaron? ¿qué te gustó o no te gustó? ¿Qué fue lo que dijiste? ¿leíste o improvisaste? ¿Me lo puedes pasar?
R. Fue una ceremonia de una media hora, que se dio el último domingo de la Feria del Libro de Cochabamba. Hablaron más que todo los organizadores del premio, lo que estaba bien. Luego llegó el micrófono a mi lado e improvisé algunas cosas, la verdad no sabía que me iba a tocar intervenir en el acto, creí que solo me darían el cheque y ya, las fotos y listo. Pero me levanté de mi silla y agradecí a los organizadores, a la gente presente e intenté soltar algunas frases coherentes. Cuando terminó, salí a comer con un amigo, luego me encontré con mi papá, nos fuimos a la terminal y nos subimos a una flota para regresar a La Paz. No hubo mucho más que eso. Pero me sentí feliz, por supuesto. Ahora hay que dejar eso atrás y seguir trabajando, pensar en lo que viene. Escribir y leer, seguir en eso, que es lo que más amo en la vida.
CR. Bueno, mi estimado Rodrigo. Vamos hablando.
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